La descojonación de los carteles

11 spt.

Ale, suceden cosas curiosas hoy día en la gente. Todo el mundo... o sea, casi todo el mundo (esa cabrona costumbre del cubano de globalizarlo todo) casi todo el mundo pensaba que cuando la revolución se cayera iba a sobrevenir la violencia civil, pero la cosa ha transcurrido de otra forma. Por ejemplo, ahora andan camiones con brigadas de gente desmontando las vallas con las consignas revolucionarias anticuadas. Cada vez que llega un camión de esos a una valla, la gente que anda por ahí se suma y le quita el trabajo a los del camión, le entran con furia al cartel y de paso, con los mismos instrumentos de la brigada, descojonan la armazón. Ahí es donde se desata la furia, pero fíjate qué cómico, mientras no llega el camión, la valla está ahí, sanita. En dos desmantelamientos de esos en que he participado, me da gracia ver cómo los del camión dan los pasos iniciales y después se apartan cuando llega la gente, es un procedimiento mecánico, como si la gente y la brigada estuvieran contratadas juntas. Después, la gente se va retirando, sin alboroto, como si hubieran terminado el trabajo del día, y los del camión recogen lo que quedó ¿Tú sabes a qué se parece? a un trabajo voluntario en el barrio cuando la revolución, la gente se tira una mano, hace su jaranita y después se va dispersando con el sentimiento del deber cumplido. Claro, ahora es con el odio saciado. Tendrías que vivir esa inimaginable sensación de poder reducir a mierda algo que antes se cubría con un halo místico, sólo por ser una frase de Fidel o por tener su retrato. Ese pedazo de papel impreso se hacía vivo, vigilante desde su posición céntrica, nadie osaba dibujarle siquiera un corazón flechado, ni siquiera un niño inocente acercaba la punta de su lápiz al zinc gigantesco, no importa que no estuviera la foto, una frase de Fidel funcionaba como su imponente presencia, era como si detrás del cartel estuviera escondida la Seguridad para atraparte. Había un chiste en el que un tipo estaba escribiendo en una pared ABAJO y un policía escondido estaba esperando a que pusiera FIDEL, cuando el tipo puso la F el policía saltó y el tipo, sin perder la sangre fría, le dice "coño, compadre, qué bueno que llegaste, ven acá ¿se escribe Fush o Bush?" Hay otras cosas no tan cómicas, sino que asustan, a mí me sorprenden hasta el miedo, por ejemplo, esa mescolanza de la Junta de gobierno ¿Cómo pueden cambiar tan sin problemas algunos que antes estuvieron dentro del sistema, no importa si lejos del mando, o por obediencia profesional? O los editores de las revistas que subsisten todavía, o los locutores de televisión ¿Cómo pueden cambiar tan sin transición sus temas y sus frases? ¿Estuvieron actuando antes o lo hacen ahora? ¿Es tan débil el dolor por la muerte de los ideales? ¿Tan insignificante la vergüenza por haber fingido tanto tiempo? ¿Como pueden seguir viviendo como si no hubiera ocurrido este terremoto moral terrible después de medio siglo de concordia social (concordia, así, sin comillas)? ¿Con esta recua de trasvestis vamos hacia el futuro? ¿Y aquellos aguerridos dirigentes de las Nuevas Generaciones, están preparando ya su suicidio? ¿O quizá su rebelión? Yo me pregunto, Ale, cuántos años más tendrán que pasar para que se purifique la moral social, si en realidad vienen tiempos para eso.

Ahora se ha sabido que después de la muerte de Fidel se mantuvo el silencio durante semanas (ya te habrás enterado de los rumores, algunos dicen que no fue muerte natural, que estuvo muerto más de dos meses, etc, etc.). Eso realmente evitó una catástrofe, eso y la inteligentísima medida de irlo presentando en televisión cada vez más demacrado, al principio a mi me dio vergüenza ajena por él, pero ahora reconozco que fue una jugada magistral. Incluso las detenciones masivas fueron un mal menor, llenaron los viejos túneles populares de cotrarrevolucionarios (aquí en La Habana fueron los de G, detrás del Príncipe). Esos fueron días extraordinarios, como los cometas, que se "disfrutan" sólo una vez. Qué susto cuando salió la noticia de la muerte, qué tensión, todos los televisores y radios encendidos 24 horas, las familias reuniéndose en una sola casa, en mi casa tocaron varias veces la puerta para alquilarle el carro a mi mamá e ir a buscar un hijo o una abuela a casa del diablo, nosotros le quitamos las bujías al carro y decíamos que estaba sin gasolina, preservándonos para nuestras propias urgencias. La gente no insistía, se iban corriendo a buscar otra opción. Ya tú sabes que mi barrio es zona de pinchos (zona congelada, se llamaba oficialmente), el corretaje de Ladas que había era del carajo, tenías que andar atento porque te aplastaban sin contemplación. El primer día yo la pasé mal, teniendo a mi hija en casa de la madre, sin comunicación telefónica, hasta que por la noche me arriesgué en el moskovich y las traje a las dos. Imagínate, si se hacían ajustes de cuentas la casa de Ana era blanco seguro. Para buscarlas tuve que hacer un tremendo recorrido evitando las "vías expeditas" del Comandante en Jefe. Por 5ta avenida hubiera sido rapidísimo, o por 7ma, pero no quise aventurarme. Antes había querido saber siempre qué había de verdad en las anécdotas que hablaban de carros baleados por la escolta de Fidel por haber interferido la vía, o las leyendas de gente que habían muerto por haber señalado con el dedo cuando pasaban los tres carros. Yo escuchaba en la primaria que no se podía señalar cuando pasaba Fidel, porque la escolta podía creer que estabas apuntando con una pistola, y hasta después de grande, por instinto, cuando pasaban los tres mercedes negros uno miraba sin mover los brazos, después que pasaban, la gente se descongelaba y comentaba "¿lo viste?".

Una vez tuve contacto con los tres mercedes negros, íbamos de noche por 5ta avenida en el moskovich, mi mamá manejando -ya tú sabes, el moskovich a paso de cacharro- de pronto nos empezaron a cambiar luces desde atrás que parecían rayos. Miré y eran Sus Mercedes, siempre apagados aunque fuera de noche, imagínate la aparición súbita de esas luces. Los tipos venían con medio cuerpo fuera de la ventanilla, dando golpes en la puerta y haciendo gestos violentos para que nos apartáramos, pero no tocaban el claxon. Mi mamá se puso muy nerviosa y tardó en reaccionar, eso me dio una ira, unas ganas de gritarles ¡váyanse pa´la pinga, pendejones! Cuando yo era chiquito el paso de los tres Alfa (antes eran Alfa Romeo, color vino) nos llenaba de orgullo a todos en la escuela, y hasta comentábamos ufanos las leyendas de los carros barridos de la calle por la escolta cuando interferían. Ahora hay un carro medio aplastado en la esquina de la embajada rusa, es todo lo que he podido ver de la leyenda, dicen que se quedó sin gasolina en los días del estado de emergencia y lo arrastraron fuera de la calle, y que el chofer salió antes de que lo arrastraran a él también. Ahí está, nadie lo ha venido a recoger, no dudes que lo encaramen en un pedestal y le pongan la bandera al lado. Que lo hagan, qué carajo.

Te voy a seguir contando todo lo ocurre, no te preocupes. Pero cabrón, escribe.

Rigo



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