Despidiéndote

6 ag

Tengo que escribirte por unas imágenes que acabo de ver en televisión, con las que no quiero soñar, si me duermo voy a soñar con eso (últimamente sueño cada cosas). Agosto es el mes de las conmemoraciones, el mes de la Libertad Cívica, y entonces pasan documentales de cuando la revolución, donde la gente evidenciaba su anticastrismo a través de la desesperación por irse. Bueno, el documental tiene como leit motiv al tipo que en el 80 y pico se fue saliendo de la manifestación frente a la Oficina de Intereses gritando abajo los yanquis hasta que se metió en la embajada. Y también exhibe las colas que se hacían a un costado de la Oficina, y cómo se abrazaba la gente después de tener segura la visa, como si hubieran tenido un hijo. Antes eran anécdotas alegres, y no se les salía el lado agrio, pero en este resumen donde la gente exhibe su ansiedad por ir a Estados Unidos, son tan humillantes. El que está encargado de pasarlas insistentemente, de atrás para alante, de alante para atrás, en blanco y negro, en colores, o no se ha dado cuenta o no es cubano. Yo me imagino a mucha gente mirándolas en silencio, sin sonrisa ya, ahora que nos damos cuenta (y otros corroboran) que fuimos los arlequines de un teatro efímero. De eso culpo a Fidel Castro, de haber vetado la oportunidad de mejorar sin arrodillarnos, de haber charlataneado con nuestra cubanía, ahora que recuerdo cuánto pudimos hacer cuando todavía teníamos ganas, en los ochentas cuando quisimos humanizar el socialismo a base de arte y pasión y la perestroika nos palmeaba la espalda. Él nos cegó el puente y nosotros, también culpables, no supimos romper el muro a mandariazos. Estamos en la hora de los simples, de los que se llenan la boca o el bolsillo y se les desconecta el cerebro, estamos en tiempos de diáspora espiritual y amnesia. Pero yo voy a ir recorriendo cada busto que le erijan a Castro, los voy a custodiar para que no los derriben, para poder entonces pisotear las flores que alguien se atreva a depositar.
Y ahora estoy frente a la ventana, en silencio, escuchando el rumor eléctrico de mi cabeza. Me quedé sólo en la sala mirando el final de transmisión, gente alegre, gente riendo, multitudes de domingo, niños sobre los hombros de sus padres, bailadores, fiesta... Mirados todos desde kilómetros de altura son como insectos mecánicos atados a un pedazo de cosa sólida, regulares y finitos hormigueando en una secuencia de días idénticos. La historia es un juguete cómico en un agujero, Alex. Todos somos bromas de la casualidad, no vamos a existir mucho después y nada habrá que lo impida, ni valores, ni esperanzas. Somos un grano de humo perdido en el vacío. Aquí estamos todos, utopistas anónimos, diletantes de la inercia. Aquí estamos agolpándonos en un retrato de conjunto. Yo estoy en algún lugar a la izquierda despidiéndote con la mano ¿Me ves, Ale? ¿Me ves?



(Esta fue la última carta enviada por Rigo, quien nunca obtuvo respuesta de su amigo)





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